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29 may 2012

La mula, el transporte de plata en el altiplano minero colonial


Este animal estéril, y por tanto un bien perecedero, produjo grandes beneficios en sus lugares de cría, al ser indispensable en las minas del Alto Perú.


La mula es un animal de carga de paso seguro, no se desbarranca, soporta gran cantidad de peso a grandes alturas, tiene pezuñas pequeñas y más duras que la de un caballo, y una gran resistencia natural a enfermedades e insectos.
Para la extracción de la plata en lugares como el cerro Potosí, en el Alto Perú colonial, era el vehículo más adecuado para llevar de boca de mina hacia abajo, las cargas del mineral que los mitayos sacaban de la montaña. No existe ningún otro animal capaz de soportar ese trabajo, a 5000 metros de altura.

La mula es el animal de carga idóneo para caminos angostos a gran altura
Sólo tenía un inconveniente: es un animal híbrido, de padre burro y madre yegua. Al tener estructuras genéticas levemente diferentes, estas dos especies de animales engendran crías que no se pueden reproducir, son estériles. Por lo tanto, deben ser reemplazadas por nuevas mulas al fin de su ciclo de uso.


Este reemplazo era sin dudas garantizado, pues el trabajo agotador y peligroso, mantenía el número de animales disponibles siempre por debajo del número necesario.
En la estructura económica que se genera en la colonia derivada de la explotación minera, este inconveniente se aprovecha. Zonas ganaderas con buenos caballos, se dedican enteramente a producir mulas, porque estas son pagadas con monedas de plata acuñadas en la misma zona en que trabajarán, en Potosí.

Buenos aires aprovecha la demanda, y comienza a producir mulas
Tal es el caso de los alrededores del Buenos Aires colonial. Una vez extintas las vacas salvajes cercanas a la ciudad, sus pastos son aprovechados en esta nueva actividad, muy lucrativa y ventajosa, pues permite enviar un producto hasta las minas, y hacer intercambios en el camino de regreso, que rinden más ganancias aún. Crea el comienzo de una triangulación económica que generará riqueza en toda la época de la colonia.
Las mulas se engendraban a partir de yeguas jóvenes escogidas por su resistencia, fuerza y vitalidad. Se las encerraba a corral en su celo, y se le colocaba un caballo padrillo, llamado de tarja. Se lo llamaba así por tener su miembro pasado por un corte en su escroto, lo que no permitía la penetración en la hembra. El caballo, igualmente excitado, la cortejaba, y recibía coces y mordiscos en el proceso. Cuando la yegua ya estaba suficientemente alzada, se sacaba al padrillo de tarja y se metía en el corral a un burro, quien sí efectuaba la impregnación de la hembra.

Gauchos, de ida arrieros, y de vuelta, boyeros
Las mulas nacían y crecían en los excelentes pastizales naturales de alrededores de Buenos Aires, y a los diez meses, se formaba una tropa, que sería conducida lentamente hacia el norte. Se invernaba en campos situados en Salta, engordando las recuas para recuperarlas del viaje, y en la primavera, se las entraba al mercado del Potosí. Su paga creaba el primer paso para una serie de compras en el camino de vuelta de los arrieros, ahora carreteros, hasta comenzar otro ciclo.
Estos criollos, llamados gauchos, se perfilan como los característicos primeros pobladores hispanoparlantes de la pampa colonial. A diferencia de sus congéneres del norte y centro de la Argentina actual, aunque son étnicamente similares, adoptan costumbres extremadamente nómadas, y se hacen inseparables del caballo, a quien manejan con maestría, llegando a no aceptar realizar casi ninguna labor que no incluya a su monta.
Estos personajes se convertirán en un estorbo cuando el poder estatal y los terratenientes comiencen a esbozar un país con producción y precios competitivos a nivel exportador. Su forma de ser y actuar no se condice con el pensamiento capitalista del liberalismo, y son perseguidos desde mediados del siglo XIX hasta casi desaparecer, salvo como imagen mitificada en el folclore literario y musical de la región.

La producción mular desarrolló una gran región
La mula, así como su producción y cría, fueron el motor más importante de desarrollo y establecimiento de las primeras riquezas en la pampa cercana a Buenos Aires, y comienzan el despegue de la región en la ganadería, actividad económica que perdura hasta hoy, ya no con mulas, sino con bovinos de calidad para consumo.


Salutem, cives mundi.
Orlando Ampuero

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